“Alabado sea el Santísimo Sacramento y la Inmaculada Concepción de la siempre Virgen María, Nuestra Señora, Concebida Sin Mancha de pecado original desde el primer instante de su ser natural.”

Pocas cosas hay tan hermosas como este canto realizado por los Seises en la Catedral de Sevilla, que resume perfectamente en una alabanza, la creencia del Dogma que profesamos los católicos y que celebramos cada 8 de diciembre.

Hoy nos sirve como hermoso prólogo a la novena que la Iglesia recomienda para prepararnos a conmemorar tan entrañable festividad mariana. Es por ello, que las imágenes de la Virgen y nuestros altares se exornan con colores inmaculistas colaborando, así, con los signos de la liturgia.

La Virgen de las Angustias de los colores inmaculistas

Por tal motivo, la Santísima Virgen de las Angustias viste saya de tisú de plata bordada en plata y manto de raso celeste bordado en el mismo metal. Conjunto realizado por Fernández y Enríquez en 2003. Estrena un bonito tocado egipcio de gasa tachonada de metal dorado, donado por Manuel Camacho Cañavate, el fajín es un brocado celeste del siglo XIX con sedas de colores y pasamanería y flecos de la misma época, fue donado por un grupo de hermanas en 2012 que, asimismo, donaron los puños antiguos de encaje francés de Plata.

El pañuelo es un delicado encaje antiguo de Chantillí donado por el grupo «Mujeres de la Virgen» en 2023. Completa su exorno la hermosa toca de sobremanto de encaje de aplicación de Bruselas del siglo XIX que le donó generosamente su cuadrilla de costaleros en 2022.

Simbolismos que reafirman nuestra creencia en el Dogma de la Inmaculada

Lleva la Virgen también en su mano izquierda la maravillosa Azucena que realizaron y donaron las hermanas Martín Cruz con motivo de su coronación canónica, flor que simboliza la Pureza Inmaculada de María. Lleva además el broche del patronazgo de los Donantes, la medalla de la Virgen de los Reyes que en unos días celebra el aniversario de su coronación canónica y un angelito antiguo en plata en su vientre, para recordar a todos los niños que sufren, a los abusados, a los no nacidos, los que viven en guerra, los maltratados y los enfermos, especialmente los que esperan un trasplante o los que lo han recibido recientemente, como Gonzalo al que encomendamos a la Virgen de todo corazón.

 

Porta también un magnífico rosario de plata y marfil con la medalla de San Benito  sobre el crucifijo que lo remata. Este Crucifijo conocido como de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito, han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano en la hora de la tentación, el peligro, el mal, y principalmente, en la hora de la muerte. Su uso correcto tiene concedidas multitud de indulgencias.

«Salve Madre en la tierra de tus amores…»

Sirva todo este exorno, no sólo para realzar la Belleza de la Virgen sino para mostrar con su simbolismo nuestra creencia en la Inmaculada Concepción. Ese Dogma del que Sevilla fue precursora y propagadora durante siglos, para que sigamos proclamando la Pureza de María y nuestra ciudad siga siendo lo que canta el himno del congreso Mariano con el que se celebró el 75 aniversario de dogma: «Salve Madre en la tierra de tus amores…»

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