Coincidiendo con la festividad de la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen, el 2 de febrero, comienzan los cultos en honor y gloria de nuestra Amantísima Titular, María Santísima de las Angustias. Preside su altar efímero ataviada con los colores del Rosario, con manto negro de terciopelo bordado en oro por Fernández y Enríquez en 2002 y saya de tisú de plata bordada en oro donada, en 1962 por Francisco Antúnez Espada.

Los puños son antiguos de encaje francés dorado donado por un grupo de hermanas y el tocado es un magnífico encaje de aplicación de Bruselas del
siglo XIX adquirido hace unos años por la Hermandad. El Fajín es un soberbio espolín del siglo XVIII de sedas de colores, oro y plata sobre seda malva donado por los hermanos Rodrigo y Jacobo Jiménez.

El pañuelo es un valioso punto de aguja del siglo XIX donado por su cuadrilla de costaleros con motivo del 25 aniversario de su creación, asimismo donaron en 2020 generosamente la esplendida toca de sobremanto que luce nuestra Madre realizada con encaje de aplicación de Bruselas del siglo XIX.

En sus manos porta también el rosario de oro y corales, con medallitas de advocaciones que lleva bordado el lema “Eres Virgen sin pecado, Rocío de amanecer, Valle que sueña el Cristiano; Pilar para nuestra fe y Reina de los Gitanos”, que se sufragó con una rifa realizada también por su cuadrilla de costaleros.

 

Porta entre otras piezas el broche del Patronazgo de los Donantes de Órganos, Virgen de los Desamparados, medalla de Cayetano; cruz Isabelina , broche de oro y corales donación de Iván y Javier García, corales piel de ángel donación de la bailaora Lalo Tejada, del mismo material una cruz donada por una familia anónima por la curación de un niño y su puñal de oro donación del hermano Juan Rodríguez Vicente y esposa.

El Altar presenta un bosque de velas rematado por el dosel donde se encuentra la Titular, el ático se remata con una monumental corona real que estrenamos realizada con metal plateado y que presenta en su canasto el escudo de la Hermandad debajo aparece un pabellón de terciopelo que alberga un templete con una imagen de la Inmaculada Concepción. A ambos lados del altar los Evangelistas Lucas y Juan que son los que más escriben sobre María.

 

En el banco, el elegante manifestador de madera tallada y dorada del siglo XVIII sufragado con la rifa realizada por la Priostia el año pasado. Alberga en su interior un precioso cobre del siglo XVIII en la que María presenta al Niño como corresponde a la festividad que celebramos, en este caso es la Virgen del Pópulo, advocación de la pintura que presidía el convento agustino en el que residimos tantos años. Se presenta rodeado de un marco de flores de talco propios del exorno conventual y dos angelitos. Uno porta una cesta con dos tórtolas, la ofrenda de María el día de su Purificación. El otro, una lamparita, como recuerdo al milagro del cuadro de la Virgen del Pópulo que en una riada del Guadalquivir en 1626 se descolgó de su emplazamiento original y flotó en las aguas hasta que remitió la inundación tres días después, sin despegarse de la lamparilla encendida que tenía, que además no se apagó en ningún momento, hecho sobrenatural que hizo que se llevase a la iglesia de los agustinos para presidir su altar mayor y dar nombre al convento.

Las flores del altar siguen en la línea habitual inspiradas en fanales conventuales de colores, predominando hortensias, rosas y claveles, entre otras. Completan paños de tisú dorado bordados en sedas y oro del siglo XIX y dos candelabros antiguos de bronce con azucenas adquiridos el año pasado para el esplendor del nuestros cultos internos.

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