Precisamente el 11 de noviembre, ha hecho cinco años que, a iniciativa de nuestro recordado hermano José Manzano Jiménez, la Hermandad Sacramental de Los Gitanos tuvo a bien organizar el Primer Concierto de Ánimas. Desde entonces, con la única excepción del año de la pandemia, diferentes agrupaciones han venido cubriendo el evento de manera brillante. Con esta iniciativa, nuestra corporación quiere recordar anualmente, como complemento de su Novena de Ánimas, a todas las personas que con su pertenencia a la hermandad, su compromiso y su ejemplo, han hecho posible estos 270 años de vida y servicio a su gente y al pueblo de Sevilla.

En esta ocasión nos acompañó el Coro y Ensemble de la Universidad Pablo de Olavide, un coro que esparce su música desde el año 2008. Aún reserva nuestra memoria el grato recuerdo del Vía Crucis basado en los textos de Gerardo Diego que pudimos rezar y disfrutar en aquella Cuaresma de 2021. El pasado sábado pudimos hacerlo con un delicioso programa en el que reconocíamos piezas de Fauré, de Mozart, de Borniatsky, Cristobal de Morales o el gran Etnio Morricone. Junto a ellas encontramos autenticas joyas propias de la liturgia católica de difuntos. Antonio Machado nos pellizcó el corazón con su «Señor me cansa la vida» y la dulcísima composición del sacerdote granadino Juan Alfonso García nos elevó el ánimo para entender que tras la finitud de la vida, para los cristianos, ese límite, no es más que la entrada a una nueva dimensión en la que la misericordia de Dios inundará nuestra alma inmortal hasta la prometida y proclamada resurrección de los muertos.

El director musical del coro universitario es D. Jorge Rodríguez Morata y el director artístico D. Miguel Rodríguez Rodríguez. Contamos también con la inestimable participación de Miguel Ángel Delgado Zambruno al Oboe y el pianista Fernando Aguilá-Macías al órgano.

No nos resistimos a reproducir las palabras del presentador del acto que llamaban a buscarle el verdadero y profundo sentido al evento: «…abran su corazón, sus sentidos y sus almas, a la grandeza del Señor, a la promesa de la vida eterna, y, mantengamos permanentemente en nuestra memoria a aquellos que acompañándonos en vida, nos esperan allá donde no existe el dolor, ni el sufrimiento, ni la maldad, ni la injusticia.»

Aunque el concierto era de libre entrada, nuestra Bolsa de Caridad solicitó de los presentes una ayuda económica, absolutamente voluntaria, para paliar necesidades y generar esperanza hacia aquellos que mayor atención y solidaridad demandan.

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